25/11/08


El Olvido de Rouco




Señor presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela:


Mire usted, olvidar es una palabra fácil de decir, pero de ninguna forma es fácil borrar del cerebro humano.


Usted pide olvidar el derecho de ciertas personas a recuperar los restos humanos de un antepasado, que por ser un preso de guerra al término de esta, se juzgo por lo militar y se sentenció a la pena de muerte, enterrado en zanja o cuneta y abandonados en el mismo olvido que usted me requiere.


Es usted si, es usted el mismo que consintió y acogió con los máximos honores y bajo palios de su Santa Iglesia Católica, al Dictador Golpista que ejecuto y firmo las sentencias de cientos y cientos de presos de guerra, fusilados en la cobardía de la noche desde 1939 a 1975, en lugares inhóspitos sin santidad alguna, en cunetas, en fosas anónimas, sin especificar en documento alguno su lugar geográfico para su posible entrega a sus allegados.


Bajo el régimen franquista (1939-1975), fueron numerosas las víctimas de graves abusos que, al momento de ser perpetrados, el derecho Internacional prohibía de modo absoluto. Así, se encontraban reconocidos como crímenes contra el derecho Internacional: la tortura, las ejecuciones extrajudiciales; los ataques contra población civil y otros abusos comprendidos como crímenes de guerra; la persecución política, religiosa o racial, y otros actos definidos por su naturaleza y gravedad como crímenes contra la humanidad. "


Pueden encontrarse documentadas desde órdenes de depuración dictadas en el BOE por el franquismo, u otras órdenes desarrolladas por los principales dirigentes del movimiento, cartas de apoyo, respaldo y bendición eclesiásticas. Incluso prohombres del régimen desarrollaron investigaciones pretendidamente científicas. Es el caso del coronel y psiquiatra Antonio Vallejo Najera, jefe de los servicios psiquiátricos del Ejército, que, tras formarse en la Alemania pre-nazi, traslada y aplica a España concepciones de limpieza de raza y exterminio de los indeseables, que sirvieron para legitimar la represión generalizada.


¿Me pide usted Señor Cardenal que olvide un Genocidio?


Usted es parte y culpable del silencio de un genocidio señor mío, no me pida a mi olvidar o abandonar en una cuneta de carretera o camino los restos de mi tío, abuelo, hermano o simplemente amigo.


La conciencia va con usted Señor Obispo, si ya le perdono Dios su pecado, le recomiendo que busque el perdón del hombre en la tierra, pero no le pida que olvide, se perdona pero es imposible olvidar.


Y si usted puede olvidar que cayó durante mucho tiempo un genocidio, no puedo por ello felicitarle, y mucho menos si se que, durante cuarenta años idolatro, aparte de a su Dios y su Crucifijo, a un Dictador dándole Honores con símbolos Sagrados del Dios de la Cristiandad en la tierra.


Olvide usted si quiere, yo perdono, y quizás comience a olvidar si puedo hacer reposar en lugar adecuado a mi padre, tío, abuelo o amigo.


tarteso

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